Ya estoy en casa después de cuatro magníficos días en la capital del mundo. Roma para mí, desde hoy, es la capital del mundo en el sentido de que si hay un sitio para visitar, un sitio que vayas los días que vayas siempre hay algún sitio donde ir, donde descansar, donde impresionarte con sus enormes (y no pocas) esculturas y maravillas arquitectónicas y donde comer una buena lasagna o una pizza en condiciones. Nunca vi tanto turismo concentrado en tan poco espacio. El vaticano, pese a mi ateísmo, es un lugar que nadie debería dejar de conocer, tantos años de cultura reunidos en tan poco (metafóricamente hablando, porque es grande de cojones) espacio. El Colisseo, sitio en el que me pregunté varias veces cuál habría sido el pifostio que se montó allí para que todo terminara en ese estado. La Fontana di Trevi, lugar para enamorados, de personas o de la fotografía e incluso de la multitud, porque si quieres sentarte tranquilo en dicha fuente te recomendaría que te pasaras a eso de las 3 o las 4 de la mañana. Mil rincones preciosos como La plaza del Poppolo, la plaza de España, la plaza Venecia (que de rincón tiene poco), son los que engalanan a la ciudad turística por antonomasia. Dije que volvería a Amsterdam y volveré, dije que volveré a Roma y seguro que volveré, pero mientras, ya estoy de vuelta...
NOTA.- Esta foto sí que no es un montaje...
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